El cajón de la droga y la asignatura censurada
"¿Echas el último FIFA?, le pregunté.Tras la respuesta evidentemente afirmativa, lo que no esperábamos ninguno de los que estábamos en aquel salón, alumbrado por la luz que desprendían las dos únicas bombillas en funcionamiento, era la compleja respuesta que manó de los labios de uno de mis compañeros para explicar una de sus asignaturas:
"En Sociología, escollemos as 10 tipas máis cachondas para que nos coman o bocadillo ata que afoguen, cando afogan chamamos á Cruz Roja para que as recupere e poidan seguir coméndonos o bocata, e así tódolos días".
Poco tiempo antes de este suceso, ocurrió algo que acentuó lo que no me era extraño. El buen rollo, el feeling o como quieran llamarle, que a mi entender reside y residirá con nosotros durante todo el curso. La situación fue la siguiente: como no podía ser de otra manera nos hallábamos todos en el salón. Es entonces cuando Nane reseña el ambiente universitario que desborda en nuestro piso. Él tirado en el sofá cuál cerdo vietnamita retozando en el fango, Óscar viendo algo en el ordenador (posiblemente una serie... o leyendo algún artículo con el que engrandecer su intelecto), Jesu haciendo ejercicios gimnásticos sobre una tablilla con la intención de anteponer su regreso a los campos y yo, su más fiel lazarillo, "estudiando fútbol con un mando en la mano". Tras esto, silencio, que sería roto a los pocos segundos por nuestro aclamado acróbata, solamente para mostrarnos el hallazgo de un cajón con llave que en ese momento se convertiría por consenso estudiantil en El cajón de la droga (cuyo consumo no recomendamos, ni mucho menos).
Estos dos breves relatos ilustran un poquito la cotidianeidad en la que vivimos. Aunque no todo fue así desde el principio ni mucho menos.
La primera semana realmente fue un símil de la primera parte del cuento de "Los Tres Cerditos", en todo, incluso como Jesu no había llegado, representábamos cada uno a un puerco, ¡dábamos justos! Cantábamos, correteábamos por la casa y vivíamos en amor y compañía sin temer al lobo feroz ni a los vecinos del edificio.
Sumidos en la felicidad y en el "dejarse llevar", las habitaciones fueron desordenándose, los cubos de basura llenándose y el ganado porcino se había completado asentándose Jesu en su zulo. Alentados por el alma de arquitecto que cada uno de los cuatro poseemos, iniciamos la construcción de una atalaya de magníficas dimensiones. La parcela elegida, un cajón de la cocina. El material por el que optamos, un cúmulo de tuppers cuyo contenido ha sido vaciado para ser ingerido. Megaconstrucciones estaría orgullosa de nosotros.
Actualmente, sobrevivimos día a día, partido a partido como dirían los adeptos del Cholo. Esperemos que la última casita que construyamos este curso no nos la derribe el lobo.
"En Sociología, escollemos as 10 tipas máis cachondas para que nos coman o bocadillo ata que afoguen, cando afogan chamamos á Cruz Roja para que as recupere e poidan seguir coméndonos o bocata, e así tódolos días".
Poco tiempo antes de este suceso, ocurrió algo que acentuó lo que no me era extraño. El buen rollo, el feeling o como quieran llamarle, que a mi entender reside y residirá con nosotros durante todo el curso. La situación fue la siguiente: como no podía ser de otra manera nos hallábamos todos en el salón. Es entonces cuando Nane reseña el ambiente universitario que desborda en nuestro piso. Él tirado en el sofá cuál cerdo vietnamita retozando en el fango, Óscar viendo algo en el ordenador (posiblemente una serie... o leyendo algún artículo con el que engrandecer su intelecto), Jesu haciendo ejercicios gimnásticos sobre una tablilla con la intención de anteponer su regreso a los campos y yo, su más fiel lazarillo, "estudiando fútbol con un mando en la mano". Tras esto, silencio, que sería roto a los pocos segundos por nuestro aclamado acróbata, solamente para mostrarnos el hallazgo de un cajón con llave que en ese momento se convertiría por consenso estudiantil en El cajón de la droga (cuyo consumo no recomendamos, ni mucho menos).
Estos dos breves relatos ilustran un poquito la cotidianeidad en la que vivimos. Aunque no todo fue así desde el principio ni mucho menos.
La primera semana realmente fue un símil de la primera parte del cuento de "Los Tres Cerditos", en todo, incluso como Jesu no había llegado, representábamos cada uno a un puerco, ¡dábamos justos! Cantábamos, correteábamos por la casa y vivíamos en amor y compañía sin temer al lobo feroz ni a los vecinos del edificio.
Sumidos en la felicidad y en el "dejarse llevar", las habitaciones fueron desordenándose, los cubos de basura llenándose y el ganado porcino se había completado asentándose Jesu en su zulo. Alentados por el alma de arquitecto que cada uno de los cuatro poseemos, iniciamos la construcción de una atalaya de magníficas dimensiones. La parcela elegida, un cajón de la cocina. El material por el que optamos, un cúmulo de tuppers cuyo contenido ha sido vaciado para ser ingerido. Megaconstrucciones estaría orgullosa de nosotros.
Actualmente, sobrevivimos día a día, partido a partido como dirían los adeptos del Cholo. Esperemos que la última casita que construyamos este curso no nos la derribe el lobo.
Después de la "Fritura patatil" sorprendes con un "cajón de la droga" jajaja. Bravo.
ResponderEliminarMe encantas. Olé!!
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