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Lo que unió Santiago...

Hay momentos, épocas y desarrollos personales que indudablemente tienen una relación causal, una conexión trascendental con las personas que están al otro lado, a nuestro lado. Así, tres chavalitos forjamos una mítica amistad que inconscientemente nos ayudó a ser quien somos o, por lo menos, a cometer los errores que hemos cometido para ser los tipos que hoy somos. Buena gente las más de las veces, pringaos otras tantas. Lo cierto es que somos muy sentimentales, o lo que es lo mismo, muy peichis. Y esto sirve para todo. Igual que echar de menos, que se nos da muy bien. Hoy es 28 de noviembre y el mítico Nane, al más puro estilo Melendi, va contando primaveras. Y se le ve feliz al jodío  y al auténtico JuanDavila también. Y yo llevo un par de cervezas. Nane también. Joder ¡cuánto hemos cambiado y qué bien! Nane, colega para ti van estas palabras, para que te sientas de nuevo en vivienda para tres: "Haboubi. Moichamedo. Rabí. Nane (con un frecuente tono de voz musical)

Un café en Mestres Goldar

Esa calurosa tarde, no podía dormir. El insomnio, extraño en jornada vespertina, no tenía razón aparente. Poseía un motivo que iba mucho más allá de causas comunes. Alguien había aparecido en su vida, en sus sueños, en su todo. La tranquilidad de los últimos meses le forzaba por las noches a un buen rato de hastío hasta que, finalmente, el cansancio mental se apoderaba de él. Un lapso en el que frecuentaba abstraerse en sus pensamientos. Esta vez solo los invadió ella. La imaginó a su lado como muchas otras veces lo había hecho. Formando una calma cómplice que no necesitaba de palabras para ser completa. La pensó también en su pasado, donde había alcanzado la cima de la felicidad. Esa por la que los más audaces luchan toda su vida. Sus ojos, azules como el cielo en un despertar estival, tenían un brillo singular cuando evocaba sus recuerdos. Un destello de sinceridad que solo se refleja en quien habla desde lo más profundo de su corazón. Describía lo que había vivido con una ilusió

Un café na Rúa Nova de Abaixo

De súpeto, a pechadura advirte da súa chegada. A premura coa que pecha a porta provoca un estalido que escorrenta calquera ápice de tristura. O seu rostro amosa a altitude da sensación. No mesmo, pódese albiscar o cumio daquel sentimento tan forte que, foi quen de alcanzar a cúspide da felicidade. Foi tal o apoxeo e balbordo daquela maraña de sentimentos que sen pronunciares unha soa verba, amosou aquel interior recén pintado de mil e unha cores que brillaban e se reflectían nos seus ollos coma foguetes que loitaban por saír para fóra; para vivir, para sentir e para amosarlle ao mundo a altitude daquel sentir. Sentouse, colleu aire e soltouno coma se nunca máis o fose empregar. Rendeuse, aquel bocado de aire non era dabondo. A súa loita era consigo mesmo, moi alonxada da carrocería do seu ser, coma para estragar tempo pelexándose con aquel. Tiña que botar todo aquilo fóra, proxectalo e contar como se sinten os deuses cando non son quen de conseguir o que queren. Con que facilidade m

Un café en el barrio de Malasaña

«Te he visto, monada, y ya eres mía, por más que esperes a quien quieras y aunque nunca vuelva a verte, pensé. Eres mía y todo París es mío y yo soy de este cuaderno y de este lápiz». He conocido a una mujer maravillosa, de hermosas caderas, con pronunciadas curvas, una sonrisa que valdría la luna, blanca como la nieve y brillante como un diamante. De oreja a oreja, toda ella es perfecta, su voz clara y dulce, sus ojos grandes y verdes, divinos como un prado en la mañana al amanecer, humedecido por el rocío. Podría perderme en esos ojos, profundos como un pozo, tristes al llorar y tristes las mejillas al caer las lágrimas que rojos dejan esos hermosos ojos verdes. Como un niño al ver las estrellas por primera vez caí rendido ante la evidente belleza de aquella mujer y con mis sueños bajo el brazo y con cuidado para no tropezar levanté la voz y en silencio prometí que algún día me casaría con ella. Tal vez me oyera porque tomó el ultimo sorbo de un té, se levantó y se fue. Cabía esp

Solo otra historia más

Quién sepa vivir del amor que me enseñe.  Entre tanto ruido miro fijamente al papel. El bolígrafo sondea la hoja sin llegar a tocarla, describiendo números y letras, muchas minúsculas letras que no acaban de escribirse.  Es una mujer preciosa, tiene el pelo largo y castaño, los ojos grandes y marrones, comunes pero muy tiernos, su sonrisa es la más bonita que yo jamás haya visto, con sus perfectos dientes blancos, sus labios finos y colorados describen una figura perfecta y forman unos pequeños hoyuelos en sus mejillas, oh, sus mejillas, algún día fueron mi pasatiempo favorito, me encantaba ver como se sonrojaba cuando me oía decir lo bonita que es y lo mucho que le favorece ese tono encarnado en el rostro.  Nuestra historia fue efímera, pero me entregó las horas mas dulces de mi vida. Ella y yo, juntos en un cuarto de hotel, desnudos sobre una cama, no hace falta que os imaginéis el resto, os lo cuento ahora.  Os diré antes que sus pechos son pequeños y turgentes y sensibles,

En la cresta de la ola

No voy a excusarme si no escribo con continuidad porque simplemente cojo el teclado del ordenador cuando las cosas no funcionan. O simplemente cuando las palabras en este blog me dan la libertad que nos quitan ahí fuera. Nos la quitan nuestros jefes. Nos la quita la política, ¿representando nuestras opiniones? Nos la quitan algunos medios. Incluso nos la quitamos nosotros mismos cuando queremos aparentar ser quien no somos. A veces nos la quitan nuestros amigos o compañeros a los que le hemos cedido nuestra confianza sin opción de rembolso. No me gusta que no me dejen expresar mi opinión. No me gusta que intenten convencerme con gritos. No me gusta la competencia desleal ni excusarse con lo inexcusable. No me gusta perder el tiempo aunque a veces lo haga. Por eso, no quiero hacerle perder el tiempo a nadie. No me gusta luchar por causas perdidas. No me gusta el refugio en el pasado. No me gusta dejarme llevar. No me gusta este mundo movido por intereses. Pese a todo eso creo en muc

Carga negativa

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"A veces beber demasiado apenas es suficiente"  Todo siempre es menos de lo que queremos. Desde aquel 6 de mayo cuando escribí eso de  "Mis fichas no tienen premio"   he pasado por ciertos periodos de agonía relacionados, como no, con lo exámenes finales del curso universitario 2014/15. Finalmente, tras largas jornadas de agotador estudio, lectura y relectura de apuntes, copia y pega de definiciones, memorización y olvido de notas y una considerable ingesta de toda clase de bebidas energéticas, logré alcanzar el resultado, al menos satisfactorio, del aprobado. Digo "al menos satisfactorio" porque en los momentos previos a recibir la última y definitiva de las notas, la más dramática de las calificaciones, la mas relevante de las puntuaciones, ese resultado final que en el antes es trágico y en el después impredecible, yo, como es normal, estaba sumido en una pseudo crisis existencial en la que era todo o nada. Aprobar era un anhelo que en mis fueros int